Artículo publicado en la revista PERIÓN. Març de 2015
Joan Busquest i Rusiñol
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Si nuestro anterior artículo
finalizaba diciendo: “El Maestrazgo donde el silencio habla, donde el silencio
se impuso”, en el presente nuestro objetivo será conseguir que el silencio nos hable. Para ello le damos la palabra a Joan Busquet i Rusinñol(1), que fue enfermero en la guerra civil a
quien el destino llevo por pueblos del Maestrazgo y que a través de un diario personal a modo de Libro de Bitácora dejó escrita su experiencia por estas
tierras turolenses.
Adiós Castelló! Ayer por la noche, por fin, ha llegado el coche y de buena
mañana ha cargado a los dos practicantes y se ha dirigido hacia el frente. El
chofer, un hombre de mediana edad, se ha subido a la vieja carrocería y nos ha
llevado montaña arriba, dibujando curvas y más curvas entre desfiladeros y
carenas, y cuando era noche oscura nos ha dejado en Cantavieja, en donde había
la plana mayor del batallón que se encontraba alojada en el antiguo palacio del
general Cabrera(2), el histórico dirigente carlista.
No es un ningún hotel de cuatro estrellas, pero para comenzar mi estada en
el frente en un palacio construido con mampostería de piedra picada me ha
parecido un buen augurio. En el palacio no hay electricidad y unas sombras
fantasmagóricas, por el uso de velas, son dibujadas en las viejas paredes de la
de sala principal. El hogar encendido con buenos troncos calienta el ambiente.
Sentados en la larga mesa improvisada con cajas y bancos, llena de candelas
producida por la cera, los asistentes nos han servido una buena cena rematado
con un chupito de brandi de marca, trofeo de guerra de la conquista de Teruel.
De hecho, Teruel fue la única ciudad
que recuperó el ejército de la República durante la guerra, y los jefes de BOF(3), que habían participado en la
recuperación, estaban muy orgullosos. Y lo celebraban con el botín de coñac y
las velas de cera que ciertamente lucían con todo el esplendor encima de la
mesa con la cena que bienvenida que nos fue ofrecida.
La cosa que más me sorprendió – y
que me dio más asco – fue la manera de servir el licor: una botella entera
vaciada en una jarra de cristal que iba pasando de mano en mano para que todos
hicieran un sorbo, comotratándose de una comunión sin distinción de la
graduación militar, haciendo iguales al comandante en jefe y al sargento
oficinista, que era el último de los suboficiales.
Yo miraba a aquellos que serían mis
compañeros de fatigas y me sentía más aprendiz que nunca: todos eran mucho más
mayores que yo, con 20 años recién cumplidos. Mis superiores eran ingenieros,
arquitectos, aparejadores… Tenían la edad de mi padre y ninguno de ellos era
militar de carrera: los galones no correspondían a la preparación militar para
empeñar las armas y responder a los retos de una guerra, sino por su composición profesional en la vida civil. Los miraba bebiendo coñac, y si no fuera por el
uniforme, habría asegurado que eran jefes y técnicos cualificados de una
empresa de construcción que trataba a los trabajadores con respeto y cierto
paternalismo.
El comandante en jefe es decía Berga
y era un prestigioso ingeniero de Valencia que había diseñado en BOF(2) número nueve a su medida. El batallón disponía de unos cuantos camiones para las
necesidades del transporte de material de construcción. Los camiones
trasladaban a los soldados a primera línea de fuego cuando era necesario que
realizaran una trinchera o un parapeto, y cuando clarecía del día trasladaban a
los soldados trabajadores a diez o veinte kilómetros lejos de la vanguardia y
de los peligros del fuego enemigo, para descansar. El comandante Berga me
comentó en una ocasión que como sus soldados era hombres de pico y pala tenían
que ir completamente desarmados. Cada compañía disponía de un fusil máuser y
solo estaba permitido que los oficiales llevaran una pistola o revólver. Cuando
me puse a dormir estaba convencido que formaba parte de una empresa civil
camuflada de militar.
Esta mañana la intendencia me ha vestido de militar. Me ha dado un casco
con la insignia de alférez, un tabardo, unos pantalones de montar, unas
polainas que hacían juego con el par de botas y un grueso capote.
En el pecho me he colocado la cruz de Malta de los practicantes y me han
llevado Fortanete, un pueblo vecino, para conocer al capitán médico, que será
mi jefe dentro del cuerpo sanitario, ya que los otros oficiales son del cuerpo
de ingenieros.
El capitán que era medico antes de Castelló antes de incorporarse al
frente, me dio la bienvenida, me dijo que tenía un destino de lujo y me mostró
un pequeño hospital militar(4) que solamente tenía seis camas y en ellas no había
ningún enfermo ni herido, hospital instalado en medio de un pueblo de color de
miel. Y por la tarde, después de conocer al capitán médico, me devolvieron a
Villarluengo, en donde descansaba la segunda compañía del BOF, que era a la
tenía asignada.
Posible ubicación del antiguo hospital de Fortanete y que sirvió de
hospital de campaña tal y como lo cuenta Joan Busquet
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25 de enero de 1938
Villarluengo en un pequeño pueblo del término (judicial) de Aliaga, situado
al lado del rio Palomino, colocada encima de una zona rocosa, de casas juntas y
calles estrechas, de fuertes subidas y bajadas y un mirador encarado hacia el
abismo con un nombre acorde: el Balcón de los forasteros.
Jerárquicamente la
segunda compañía estaba formada por el capitán Sánchez y el Teniente García y
Boqueria, y el jefe de la oficina era al sargento Moixí. Me adjudicaron, como
asistente, el soldado Modesto Bernat Gasc, de la población de Onda, en donde
tenía mujer e hijos, y que, por la diferencia de edad, podía ser mi padre.
El primer problema
con el que me encontré fue que una buena parte de los soldados tenía sarna.
Esta es una enfermedad infecciosa y contagiosa de la piel, producida por un
ácaro, el sarcoptes scabici, de 0,25
milímetros; la hembra realiza un túnel en el estado corneo de la piel mientras
va poniendo entre cincuenta o sesenta huevos durante un periodo de dos meses.
Estos huevos –de 150 micras- se va escampando por la piel, sobre todo en los
espacios interdigitales de las manos, en los pliegos las muñecas y de los
codos, en el ombligo y en la glándula mamaria. Es una enfermedad que produce
mucho picor, sobre todo de noche, y que obliga a rascarse con obstinación,
produciéndose lesiones que ayudan a propagarse por el resto del cuerpo y
complicaciones asociadas a otros gérmenes habituales de la piel: las
complicaciones impetiginosas (lesiones sobre infectadas).
Los soldados se
iban contagiando la sarna por razones de tipo higiénico y, sobretodo, por el
frio. Había días que el termómetro bajaba hasta los 25 grados bajo cero. El
agua siempre estaba helada y el terrible frio, invitaba al contacto humano
(para auto calentarse), de manera que se buscaba el calor del otro,
propiciándose así el contagio.
Rio Palomita desde el Balcón de los Forasteros |
Un día, en el Balcón de los Forasteros descubrí que en
un tramo muy corto del rio Palomita el agua no se helaba, y al preguntar a los
vecinos del pueblo por que se producía este fenómeno, me explicaron que era
gracias a una fuente de agua caliente, con olor a azufre que nacía al lado de
la ribera del rio. Así pues durante los días de mi estancia en Villarluengo
bajábamos cada mañana al rio, hacía bañarse a los sarnosos, a continuación les
hacía lavar la ropa sucia i contaminada y ponerse ropa limpia. La noche
anterior habían dormido untados con pomada de Helmerich(5), hecha a base de azufre y carbonato de
potasio. Y entre la pomada, y la fuente de agua caliente y sulfurosa pude
iniciar el tratamiento para erradicar la sarna que, desgraciadamente, no pudo
finalizarse.
En este pequeño
pueblo de la provincia de Teruel fui testimonio de una experiencia memorable. Una noche vimos como el cielo se
teñía de color rojizo que iba cambiando de tono y subimos a un montículo para
contemplar el espectáculo. Estábamos todos los que componíamos la Plana Mayor.
En un primer momento pensamos que se trataba de un incendio que estaba
arrasando medio Aragón, pero la persistencia del rojo cambiante en la vuelta
del cielo nos hizo darnos cuenta de que se trataba de un fenómeno de otra
naturaleza. Al cabo de unos cuantos días supe que habíamos contemplado una
aurora borea(6). Años después,
durante una estancia en Laponia durante el mes de agosto, esperaba cada noche
poder contemplar una aurora boreal. Era el lugar adecuado y no lo pude
conseguir, y pensé que me tendría que contentar con aquella vivida, intrigado,
una noche, a Villarluengo, en plena guerra, en tierras muy alejadas del Cabo
Norte.
28 de enero de 1938
Después de la sorpresa y el asco que
sentí por la manera comunitaria y poco higiénica de servir en coñac la noche
que llegué a Cantavieja, hoy el cocinero nos ha hecho una paella al estilo de
su país y también me ha parecido muy especial la manera de comerla: ha dejado
el arroz encima de la mesa y los seis oficiales con graduación la hemos atacado
directamente a cuchara pelada. A medida que íbamos comiendo el arroz, la paella
se convertía en una estrella de seis puntas. Cuando todos los oficiales nos
hemos hinchado, la estrella – ya un copo fría se la han comido los asistentes,
sin miramientos y también cogiendo con la cuchara el trozo que les quedaba más
cercana, a la manera comunitaria. Esta vez los oficiales nos la hemos comido
caliente, y los asistentes, fría y contaminada.
Aquel día, por la noche, mientras
cenábamos, vino el cartero y me hizo entrega de la primera carta de mi madre y
un sobre grande que abrí delante de mis expectantes compañeros. Era un retrato
de la Montserrat hecha por un retratista prestigioso de Barcelona que, gracias
a los retoques, la mostraba bastante más guapa del que en realidad era. Todo el
grupo me felicitó por mi novia y por la dedicatoria escrita a pie de foto. (…)
la foto fue a parar al fondo de la maleta y posteriormente a manos de las
fuerzas nacionalistas al cabo de cierto tiempo.
Unos días después tuve la suerte de
conocer al médico del pueblo. Era relativamente joven y un verdadero
científico, cosa que comprobé personalmente cuando, con júbilo, me enseñó su
laboratorio, presidido por un, recién estrenado, microscopio binocular entre
otros instrumentos, para poder realizar un excelente trabajo en las
exploraciones analíticas.
Las semanas transcurrían sin cambios
en aquella tierra casi olvidada, de clima frio en medio de una guerra caliente,
cerca del frente de batalla. Y el 31 de enero la compañía fue destinada a
Lidón, a tan solo cinco quilómetros del frente de batalla (…).
Busquet, en su diario vuelve a citar
su estancia en Villarluengo(7):
(…) Evocaré los días pasados en Villarluengo, todavía lejos del frente.
Recordaré su situación, entre peñas, la vista magnífica del Peón de los
Forasteros y aquel principio de amistad con el joven médico, de cuerpo y
espíritu, que diagnosticaba científicamente, que poseía un microscopio y que en
un rincón del mundo estudiaba para mejorar su situación y dar cabida a sus
aspiraciones de sabiduría y conocimientos.
Joan Busquet continuó por tierras
aragonesas durante unos meses más. Entre febrero y marzo de 1938 estuvo por las
poblaciones de Mezquita de Jarque, Pobo, Escorihuela, Camarillas, Aliaga
Ejulve, Allepuz y Monteagudo del Castillo. Su misión era la de ir construyendo
fortificaciones. A finales de marzo se encontraron las cuatro compañías del BOF
número 9 en Mora de Rubielos esperando un nuevo destino al que dirigirse. Así fueron
subidos a un tren y conducidos hacia el Segre para fortificar el frente. No fue
hasta enero de 1939 que no volvió a su casa natal. En ella esperó a que
Terrassa fuera “liberada”, presentándose en ese momento ante las nuevas
autoridades. Después de pasar por el Palacio de Justicia de Barcelona, para ser
depurado´(8)
y presentar los correspondientes avales pudo continuar con su carrera
profesional.
Poco antes de escribir este artículo
me dirigí a su domicilio para solicitarle su permiso para reproducir la parte
del libro que hablaba de pueblos del Maestrazgo. En diciembre de 2009 tuve la
oportunidad de conocerlo y de pasar una tarde de domingo en compañía de su
esposa. Hablamos del libro, de las experiencias de la guerra. Me enseñó su
biblioteca y el uniforme de teniente del “Ejército Rojo” que todavía conserva.
Al finalizar la conversación, ambos, me acompañaron hasta la salida y después
de dar un par de besos a su mujer, que según me confesó; “és lo que més agrada a una àvia” (“lo que más le gusta a una
abuela es que sus nietos la besen”), me despedí de él con un apretón de manos
hasta una próxima ocasión. Y hubo una próxima visita, en la que él ya no salió
de la sala, a sus 97 años tiene problemas de movilidad pero a su favor continua
conservando en su memoria los hechos que acontecieron en aquella época y los
lugares por donde estuvo, de una manera detallada y fidedigna. Volvimos a
hablar de Villarluengo, del Balcón de los Forasteros, del baño en agua
sulfurosa… y los ojos le brillaban. Estaba reviviendo lo acontecido en estas
duras tierras del Maestrazgo.
Joan es y será para mí una persona
entrañable, que representa la generación que dejo su juventud en manos del
destino y que ha hecho posible inmortalizar esta época tan representativa. Reseño
a renglón seguido aquello que comenta Busquet y que bien representa la vuelta a
la “normalidad” de tantos miles de jóvenes una vez finalizada la guerra.
(...) Era hora dels retrobaments i de les absències. De recuperar els vells
amics i de comptar els que havien mort, d’un costat i de l’altre, durant la
guerra. Era hora de recordar els valents que havien donat la vida en defensa
d’uns ideals i de fer la llista dels que havíem quedat i ara havíem d’aprendre
a conviure amb els vencedors estufats i envanits: els covards, els emboscats,
els enxufats, els amagats i enterrats vius, i els tebis del bàndol “rojo separatista” entre els que em comptava.
Era hora de los reencuentros y de
las ausencias. De recuperar los viejos amigos y de contar aquellos que habían
muerto, de un bando y del otro, durante la guerra. Era hora de recordar a los
valientes que habían dado la vida por la defensa de unos ideales y de hacer la
lista de los que habían quedado y ahora habíamos de aprender a convivir con los
vencedores engalanados e engreídos; los
cobardes, los emboscados, los enchufados, los escondidos y enterrados vivos, y
los blandos del bando “rojo
separatista” entre los que me encontraba.
El Maestrazgo, donde el silencio
habla, donde el silencio se impuso, donde el silencio se va escuchando.
0- Traducción al
castellano de “LA GUERRA D’UN TEBI”, de Joan Busquet i Rusiñol, Fundació Torre
del Palau, Terrassa, 2007.
1- Joan Busquet nació
en Terrassa (Barcelona) el 27 de agosto de 1917. Cursó estudios de practicante,
y posteriormente de Medicina en la Universitat Autònoma de Barcelona.
Inicialmente se especializó en cirugía vascular, después a la medicina general,
de empresa y de accidentes de trabajo y también la geriátrica. Ha publicado
diversos artículos en revistas especializadas de temática médica, así como la
impartición de conferencias sobre su trabajo como médico durante cerca de 50
años.
Ha publicado diversos
libros; Isil, el crit del sileci, Memòries d’un amnèsic y Memòries
d’un amnèsic 2 y este que presentamos, La
guerra d’un tebi, diario personal de las vivencias (pág. 75-78) de Joan Busquet
durante la Guerra Civil que como practicante le toco servir de enfermero en el
Batallón de Fortificaciones número 9 del Ejército Popular de la República, Como
a tantos miles de jóvenes la sublevación de julio de 1936 truncó su vida. La de
un estudiante de medicina de 18 años, católico y miembro de la Federació de Joves Cristians de Catalunya
(FJC), movimiento juvenil católico que fue perseguido por la derecha por
sus ideas nacionalistas como por los elementos incontrolados de la retaguarda
gubernamental, por su base cristiana y católica. Buena parte de los que se
quedaron en Catalunya al inicio de la guerra fueron perseguidos y muchos de
ellos fusilados (les dieron el paseo), otros lucharon en el ejército
republicano.
3- Los Batallones de
Obras y Fortificaciones, como comenta Joan Busquet, se crearon durante la
guerra, y probablemente, por dos motivos: primero, para la construcción de
trincheras y puestos de defensa por razones militares, y segundo, para dar
trabajo a los trabajadores de la construcción. Los paletas y manobras estaban
en paro y la única salida laboral que tenían era hacerse voluntarios de los
BOF. De hecho, los jóvenes se incorporaban al ejército por idealismo o por
quintas. En cambio, los soldados del BOF eran adultos que no tenían trabajo,
muchos eran casados y con cargas familiares, y que veían en las unidades de
fortificaciones el medio de subsistencia. Cobraban 300 pesetas cada mes y la
mayoría lo enviaban a casa para mantener a la familia. Sus únicas armas eran el
pico y la pala, y el cemento armado para la construcción de fortines, búnqueres
y nidos para ametralladoras. Su trabajo se realizaba principalmente de noche
para evitar ser descubiertos por los observadores o por la aviación franquista
“pavas” que vigilaban desde el cielo la zona republicana.
4- En Fortanete existía
un hospital desde muy antiguo. El edificio estuvo en ruinas ya que, según
cuenta la gente mayor, el ayuntamiento lo derribó pare vender la madera.
Posteriormente en el solar que ocupaba dicho hospital se ha edificado una
vivienda particular.
5- La Pomada Helmerich
es un producto farmacéutico de uso externo sobre la piel y se utiliza como un
antiparasitario débil y el tratamiento de la sarna. En la revista La Abeja Médica, tomo IV, Barcelona,
1850, se indica cómo hacer esta pomada: Azufre sublimado, pasado por un tamiz
de seda muy fina, 200 partes; Carbonato de potasa, 100 partes; Agua, 50 partes
y Enjundia, 800 partes (que puede ser grasa de cerdo o manteca). Se disuelve el
carbonato de potasa en el agua, se filtra el líquido y se mezcla con la
enjundia al mismo tiempo que el azufre.
En El Monitor de la Salud de las Familias, tomo
segundo, Madrid, 1859, se describe cómo usar esta pomada: 1º Fricción general,
por espacio de media hora, con jabón blando, para limpiar bien el cuerpo. 2º Un
baño general tibio, de media hora cepillándose al mismo tiempo la piel para
acabar de limpiarla y reblandecerla, y 3ª Otra fricción general, de media hora,
con la pomada de Helmerich.
Y en
Tratado Completo de Patología Interna, tomo tercero, Madrid, 1870, dice que lo más que se tarda en curarse la sarna es
de ocho a quince días, y que, desempeña
asimismo gran papel en el tratamiento rápido de la sarna.
Desconozco si Joan
Busquet utilizaba este producto comercializado o era fabricado por él o per
joven médico del que hace referencia. Actualmente este producto es fabricado por el
Laboratorio Crespal de La Paz, Bolivia.
La información de la POMADA
DE HELMERICH, ha sido facilitada por el profesor Antonio Ramos
Carrillo, Director del Museo de Historia de la Farmacia de la Universidad de
Sevilla.
6- Una aurora boreal o
aurora polar es un fenómeno óptico consistente en un resplandor observado en el
cielo nocturno de las regiones próximas a las zonas polares, a causa del
impacto de partículas de viento solar contra en campo magnético de la tierra.
Este espectáculo fue visionado desde otros lugares del país. Así lo describe
Manuel Tagüeña, licenciado en Ciencias Físico-Matemáticas, militar de carrera
que llegó a la graduación de Teniente Coronel del Ejército de la República, en
sus memorias autobiográficas en Testimonio
de dos guerras, y que pudo observarla desde su puesto de mando:
(...) La noche del
23 al 24 de enero hubo alarma en nuestros acantonamientos al ver el cielo
enrojecido. Creíamos que había incendios hacía Somosierra, pero se trataba de
un aurora boreal que se observó en toda Europa.
José Llordés, soldado
de reemplazo que dejó escrito su experiencia en la guerra en Al dejar el fusil, Memoria de un soldado
raso en la guerra de España, sitúa este acontecimiento en el miércoles 26
de enero de 1938:
(…) Mientras contemplábamos aquel espectáculo, entrando y
saliendo de las chabolas no nos dimos cuenta de que cinco de nuestros soldados
se “pasaron” a los rojos, tranquilamente, sin miedo de que les descubrieran.
José Llordés se
encontraba en trincheras opuestas a Joan Busquets o Manuel Tagüeña
7- J. Busquet, en La guerra d’un tebi, (cit) p 89.
Anteriormente en la página 71 aparece el nombre de Cantavieja en una conversa
mantenida en Castelló con el teniente pagador. Este le comenta que en la
población (Cantavieja) se encuentra descansando la comandancia del batallón,
que se acopie de ropa de abrigo por las bajísimas temperaturas que existen. Que
- también está el servicio de
intendencia: cuando llegue le darán el uniforme, el capote y las botas. Pero
necesitará ropa interior que abrigue. Piense que algunos soldados han tenido
congelaciones importantes. (…) Mientras explicaba con todo detalle la victoria
militar, a mí se me iban congelando las ilusiones en imaginarme no un batallón
destinado a fortificar la costa mediterránea, sino una unidad perdida en medio
del frio entre las montañas de Teruel.
También, en la página 82,
Cristina, la madre de Joan Busquet, en una carta que le envía al frente el 4 de
febrero de 1938, hace mención al pueblo de Villarluengo.
8- En la web del PARES
(Portal de archivos Españoles) del Ministerio de Cultura describe claramente lo
que significó la depuración. “La dictadura franquista vertebró su régimen
represor mediante la promulgación de leyes especiales con un objetivo bien
claro: continuar, ya durante la larga posguerra, la persecución de los
contrarios o desafectos al Nuevo Estado, mediante incautaciones de bienes,
sanciones económicas, reclusión, y si procedía, la eliminación física. La
construcción jurídica de la represión política que siguió a las eliminaciones
selectivas e indiscriminadas de los primeros momentos de la sublevación, se
materializó por parte de los vencedores en un entramado institucional
especializado y coordinado, para castigar y doblegar a los denominados enemigos
de España, como los Consejos Guerra, la Ley de Depuración de Empleados
Públicos, las Juntas de Incautación de Bienes, el Tribunal Especial contra la
Masonería y el Comunismo, los Tribunales de Responsabilidades Políticas y, más
cercano en el tiempo, el Tribunal de Orden Público” (http://pares.mcu.es/victimasGCFPortal).
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