(Article
publicat en la revista del CEMAT, Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense.
Número 19 - Any 2010)
SAN CRISTÓBAL DE MIRAMBEL, julio de 1875
Como en muchas
poblaciones de la comarca, Mirambel, posee su ermita dedicada a San Cristóbal.
Esta se encuentra situada a lo alto del monte del mismo nombre a 1.212 metros
sobre el nivel del mar y que junto a Aliento (1.170 m) y Puntal (1.137 m), observan, en su
vertiente solana, el despertar del pueblo.
De planta
rectangular y cubierta a dos aguas de estilo románico tardío, fue construida
para indicar la presencia del cristianismo en estas tierras arrebatadas a los
musulmanes. Está dedicada como su nombre indica un mártir del siglo III DC cuya
creencia común bastaba con mirar su imagen para que el viajero de librase de
todo peligro durante aquel día.
En el santoral
cristiano, San Cristóbal es celebrada el 10 de julio y por esas fechas hay la
tradición de bendecir los vehículos. Después de misa y bajo la presidencia del
mosén y los monaguillos, lanza agua bendita sobre una caravana de vehículos a
motor, que en procesión avanzan lentamente para librarse de todo peligro
durante ese día y por efecto de la evolución de los medios de transporte, esta
se extiende al resto del año. Al final de la procesión y tragándose el humo de
los tubos de escape aparecen los zagales con sus bicicletas para recibir, al
igual que los adultos, el librarse de tener accidentes con sus particulares
vehículos.
Pero la
experiencia me demostró que por mucha agua bendita y el llavero entregado por
los Mayorales después de esta ceremonia y que era colocada con mucho orgullo en
el manillar, al final del verano mi cuerpo estaba lleno de trompazos y arañazos
producidos al caerme de la bicicleta y desconozco si mis amigos de juego
tuvieron la necesidad y la creencia de mirar al santo para que les librase de
todo peligro.
El 30 de junio de
1875, el edificio dedicado al santo vio pasar a las tropas Isabelinas al mando
del militar Weler quien actuando bajo las órdenes del general Joaquin
Jovellamos (Ministro de la Guerra) salió al encuentro de las tropas Carlistas
de Gamundi y Boet. Se entabló una batalla entre éstos en el carrascal de
Tronchón. (información aparecida en el semanario LA ÉPOCA. Diario Político, del
jueves 22 de julio de 1875). En el transcurso de la ampliación del antiguo
camino de Trochón a Villarluengo, cerca de la masía del Palomar, apareció una
fosa con restos humanos. Desconozco si eran Carlistas o Isabelinos y si por su
paso por la ermita tuvieron la necesidad y la creencia de mirar al santo para
que les librase de todo peligro.
Más de 50 años
después, en agosto de 1936, otra guerra civil asoló estas tierras. De nuevo las
paredes de la ermita fueron protagonistas de otro episodio militar: el saqueo y
destrucción de sus altares. Nunca sabremos tampoco si los individuos que
asaltaron la ermita, antes de llevar a cabo destrozos y saqueo, tuvieron la necesidad o el acto reflejo de
mirar al santo para que les librase de todo peligro.
Y tuvieron que
pasar otros 75 años para que de nuevo
las paredes de la ermita vieron y sufrieran , en este caso no por culpa de una
guerra civil sino fruto de la desidia administrativa que las llevó a sufrir con
abnegación el inicio de unas obras de reparación y consolidación del tejado,
quedando solamente los cuatro muros despojadas de su cubierta más de dos años.
Pasaron 700 días soportando las inclemencias del tiempo. En esta ocasión quizás
el mismo San Cristóbal no utilizó un
espejo para mirarse a si mismo y librase de todo peligro.
La fotografía nos indica de
cómo quedó el altar de San Cristóbal después de estar 700 días soportando las
inclemencias del tiempo. Basta con mirarla para asegurar que no se libró de
todo peligro.
Francisco Monpesar - Novembre de 2010
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