Nos trasladamos al siglo XVII y a la necesidad imperiosa
de facilitar a los ejércitos europeos de una alimentación suficiente para las
necesidades de la guerra, sin tener que estar supeditados a la rapiña alimentaria
de la zona en disputa y que se saliera de los procedimientos tradicionales de
conservación de carnes y pescados mediante la salazón. Así se podría aumentar
la dieta de los soldados de una manera rápida y eficiente. Igualmente, la marinería
saldría beneficiada. La alta caducidad, el mal sabor o los perjuicios en la
salud de los alimentos depositados en las bodegas de los veleros, cambiaria
sustancialmente. Así de podría emprender nuevos proyectos comerciales y largas
travesías oceánicas.
En torno a 1795, el confitero francés Nicolás Appert ideó
un procedimiento para la conservación de alimentos de larga duración,
consistente en la colocación de estos en tarros de cristal cerrados herméticamente
y hervidos durante cierto tiempo (hervir al baño María). Y creo una empresa que
suministraba tarros a la marina francesa.
Siendo otro francés, Philippe de Girard, quien innovó la
conserva alimenticia gracias a la introducción de la hojalata (láminas de
hierro con un baño en estaño) como recipiente contenedor, desplazando al envase
de vidrio. El empresario inglés Peter Durand fue quien las puso en el mercado
para ser consumidas por la población en general.
Del siglo XVII al siglo XX, haciendo un salto en el
tiempo, nos situamos a primeros de mayo 1938, en la que unos soldados del ejército
republicano, de la 98 Brigada Mixta, se alimentaron del contenido cárnico de
una conserva fabricada y enlatada en Brasil. Se encontraban en la Peña del Morrón,
por encima de La Iglesuela, en el Maestrazgo turolense, defendiendo la carretera
que unen Cantavieja, con esta población, Vilafranca y el cruce hacia
Mosqueruela.
La lata fue recuperada junto a una vaina de Mosin con el
cuello deformado, al ser utilizado su interior para encender una hoguera y calentarse
de una primavera especialmente fría y lluviosa.
Las siglas S.I.F es la abreviatura de Serviço de Inspeção
Federal. Si tenemos presente que la industria conservera portuguesa cuña las
latas siguiendo un censo de empresas (fueron los colonizadores de Brasil) el número
10 podría tratarse de la empresa Sadia S.A. Con su primer fabrica en 1934 en la
ciudad de Videira, en el estado de Santa Catarina, al sur de la República
Federativa de Brasil.
El Maestrazgo, tierra de contrastes, vínculo de unión
entre dos Repúblicas.
La Iglesuela desde la Peña del Morrón |
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