Pinar de Calvo, como su nombre indica, es un pinar
situado cerca de Villafanca del Cid, población limítrofe territorialmente con
La Iglesuela, pero perteneciente a otra comunidad distinta a la aragonesa, Villafranca
es del País Valencià.
Visualizando una fotografía aérea realizada por los
militares de EEUU en 1945 se aprecian un paisaje de terrazas de labranza,
arbustos y algún que otro árbol. En el plano topográfico de 1933, no aparece
este topónimo, apareciendo el de Bobalar. Actualmente es una zona boscosa, de
pino joven por lo con este nombre se le debió bautizar posteriormente y debe
tener relación a alguna actuación forestal hecha en la década de los 70.
No pertenece a la marca Maestrazgo turolense y aunque las
fronteras solamente son administrativas, esta población pertenece al Maestrat
de Castelló. En esta zona se creó, hace unos cuantos años, la Mancomunidad
Turística del Maestrazgo, que englobaba poblaciones de Teruel y Castelló, y que
en el portal web de esta entidad aparece: La Mancomunidad Turística
del Maestrazgo comprende en la actualidad 55 municipios de las provincias de
Castellón y Teruel; todos ellos son municipios del interior que basan su
economía, salvo pocas excepciones, en las rentas agrícolas y ganaderas. A
fecha de hoy aunque existe su huella por la red, como tal entidad no existe.
En la primavera de 1938, el Pinar del Calvo o del Bobalar
como queramos nombrar, vivió el paso de la guerra y como el surco de un arado
dejo su huella perpetua en su ladera, en forma de trincheras zigzagueantes,
escavadas en el suelo rocoso y utilizando las piedras extraídas como muro
defensivo.
Hace 77 años los soldados del Ejército Popular de la
República estuvieron resistiendo la envestida de ejército golpista, que una vez
llegado este al Mediterráneo dividiendo la zona gubernamental en dos, empujaban
a los militares leales hacia el levante.
Hoy en día poco queda las trincheras. Prácticamente han
desaparecido y las paredes de piedras seca que sirvieron para defenderse y
resguardarse, con el paso del tiempo, han vuelto al lugar de donde salieron.
De los combates, queda algún resto de granada lafitte.
Señal inequívoca que la lucha fue feroz, llegándose al “asalto a bayoneta” o al
“cuerpo a cuerpo” como se denomina cuando esta se
realiza viendo el color del iris de su oponente.
De balas y casquillos, ninguno. He sabido que, justamente
después de la guerra en otros lugares similares al Pinar del Calvo con
trincheras y combates, los zagales de la zona se dedicaban a recuperarlos y una
vez vendidos, los céntimos que ganaban, eran inter cambiados por dulces. Los
niños de Villafranca, como los de La Iglesuela no creo que fueran una
excepción.
De lo que si estamos seguros es de la presencia de
soldados en estas trincheras durante un tiempo prolongado, sin poder distinguir
cual fue la permanencia de unos y los otros. Se localizan gran cantidad de
restos de latas de conserva que todavía, estas sí que, son visibles.
Y entre ellas esta lata de conservas de sardinas El Vigilante.
Recuperada de entre las piedras que sirvieron de protección al soldado que se
alimentó de este rancho frio o “manjar” y que han servido para una óptima
conservación de la lata hasta nuestros días. Siendo las piedras, doblemente,
protectoras.
Sentado, observando la lata, mirando la trinchera,
oliendo el paisaje, te sitúas en el siglo pasado, 77 años te separan: Es un
soldado joven no tendrá más de 22 años. Provisto de una fusil, de unas
cartucheras con unos cuantos peines de balas y un par de granadas. Esta
sentado, reposando en la pared de piedras que le da cobijo y protección. Está
cansado, el frente de guerra varía constantemente. Unos atacan y los otros se
defienden. Tiene miedo. Esta angustiado, hace días que no recibe carta alguna y
él tampoco puede escribir y ahuyentar sus temores. Acaba de recibir el rancho
del día: una lata y un chusco de pan. Esta vez es para él solo, no tiene con
quien compartir A su compañero de penurias, un obús lo mató el día anterior.
Una vez saboreado este “rico manjar” deposita la lata
vacía entre piedra y piedra, deseando que el nombre comercial del producto sea
un fiel aliado en esta noche fría de primavera del 38 por las tierras del
Maestrazgo.
El Vigilante*, ¿Quién? la lata o el soldado que se
alimentó.
El Maestrazgo, donde el silencio se vive. Donde el
silencio es escuchado a partir de una simple lata de conservas.
Desde finales de este mes de enero de 2017 ha vuelto al
lugar de donde salió, en Vigo. Se encuentra depositada en el Museo ANFACO de la
Industria Conservera y será expuesta en la vitrina dedicada a Las conservas,
una aliada en tiempos de guerra.
* El Vigilante era y es una marca comercial de la familia
conservera Valcárcel
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