dissabte, 19 d’abril del 2014

SAN CRISTÓBAL DE MIRAMBEL, julio de 1875



 (Article publicat en la revista del CEMAT, Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense. Número 19 - Any 2010)


 







 SAN CRISTÓBAL DE MIRAMBEL, julio de 1875
  
Como en muchas poblaciones de la comarca, Mirambel, posee su ermita dedicada a San Cristóbal. Esta se encuentra situada a lo alto del monte del mismo nombre a 1.212 metros sobre el nivel del mar y que junto a Aliento (1.170 m) y Puntal (1.137 m), observan, en su vertiente solana, el despertar del pueblo.

De planta rectangular y cubierta a dos aguas de estilo románico tardío, fue construida para indicar la presencia del cristianismo en estas tierras arrebatadas a los musulmanes. Está dedicada como su nombre indica un mártir del siglo III DC cuya creencia común bastaba con mirar su imagen para que el viajero de librase de todo peligro durante aquel día.

En el santoral cristiano, San Cristóbal es celebrada el 10 de julio y por esas fechas hay la tradición de bendecir los vehículos. Después de misa y bajo la presidencia del mosén y los monaguillos, lanza agua bendita sobre una caravana de vehículos a motor, que en procesión avanzan lentamente para librarse de todo peligro durante ese día y por efecto de la evolución de los medios de transporte, esta se extiende al resto del año. Al final de la procesión y tragándose el humo de los tubos de escape aparecen los zagales con sus bicicletas para recibir, al igual que los adultos, el librarse de tener accidentes con sus particulares vehículos.

Pero la experiencia me demostró que por mucha agua bendita y el llavero entregado por los Mayorales después de esta ceremonia y que era colocada con mucho orgullo en el manillar, al final del verano mi cuerpo estaba lleno de trompazos y arañazos producidos al caerme de la bicicleta y desconozco si mis amigos de juego tuvieron la necesidad y la creencia de mirar al santo para que les librase de todo peligro.

El 30 de junio de 1875, el edificio dedicado al santo vio pasar a las tropas Isabelinas al mando del militar Weler quien actuando bajo las órdenes del general Joaquin Jovellamos (Ministro de la Guerra) salió al encuentro de las tropas Carlistas de Gamundi y Boet. Se entabló una batalla entre éstos en el carrascal de Tronchón. (información aparecida en el semanario LA ÉPOCA. Diario Político, del jueves 22 de julio de 1875). En el transcurso de la ampliación del antiguo camino de Trochón a Villarluengo, cerca de la masía del Palomar, apareció una fosa con restos humanos. Desconozco si eran Carlistas o Isabelinos y si por su paso por la ermita tuvieron la necesidad y la creencia de mirar al santo para que les librase de todo peligro.

Más de 50 años después, en agosto de 1936, otra guerra civil asoló estas tierras. De nuevo las paredes de la ermita fueron protagonistas de otro episodio militar: el saqueo y destrucción de sus altares. Nunca sabremos tampoco si los individuos que asaltaron la ermita, antes de llevar a cabo destrozos y saqueo,  tuvieron la necesidad o el acto reflejo de mirar al santo para que les librase de todo peligro.

Y tuvieron que pasar otros  75 años para que de nuevo las paredes de la ermita vieron y sufrieran , en este caso no por culpa de una guerra civil sino fruto de la desidia administrativa que las llevó a sufrir con abnegación el inicio de unas obras de reparación y consolidación del tejado, quedando solamente los cuatro muros despojadas de su cubierta más de dos años. Pasaron 700 días soportando las inclemencias del tiempo. En esta ocasión quizás el  mismo San Cristóbal no utilizó un espejo para mirarse a si mismo y librase de todo peligro.



La fotografía nos indica de cómo quedó el altar de San Cristóbal después de estar 700 días soportando las inclemencias del tiempo. Basta con mirarla para asegurar que no se libró de todo peligro.

Francisco Monpesar - Novembre de 2010







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