diumenge, 22 de gener del 2017

MÁS QUE UNA LATA. El Vigilante


Pinar de Calvo, como su nombre indica, es un pinar situado cerca de Villafanca del Cid, población limítrofe territorialmente con La Iglesuela, pero perteneciente a otra comunidad distinta a la aragonesa, Villafranca es del País Valencià.

Visualizando una fotografía aérea realizada por los militares de EEUU en 1945 se aprecian un paisaje de terrazas de labranza, arbustos y algún que otro árbol. En el plano topográfico de 1933, no aparece este topónimo, apareciendo el de Bobalar. Actualmente es una zona boscosa, de pino joven por lo con este nombre se le debió bautizar posteriormente y debe tener relación a alguna actuación forestal hecha en la década de los 70.

No pertenece a la marca Maestrazgo turolense y aunque las fronteras solamente son administrativas, esta población pertenece al Maestrat de Castelló. En esta zona se creó, hace unos cuantos años, la Mancomunidad Turística del Maestrazgo, que englobaba poblaciones de Teruel y Castelló, y que en el portal web de esta entidad aparece: La Mancomunidad Turística del Maestrazgo comprende en la actualidad 55 municipios de las provincias de Castellón y Teruel; todos ellos son municipios del interior que basan su economía, salvo pocas excepciones, en las rentas agrícolas y ganaderas. A fecha de hoy aunque existe su huella por la red, como tal entidad no existe.

En la primavera de 1938, el Pinar del Calvo o del Bobalar como queramos nombrar, vivió el paso de la guerra y como el surco de un arado dejo su huella perpetua en su ladera, en forma de trincheras zigzagueantes, escavadas en el suelo rocoso y utilizando las piedras extraídas como muro defensivo.

Hace 77 años los soldados del Ejército Popular de la República estuvieron resistiendo la envestida de ejército golpista, que una vez llegado este al Mediterráneo dividiendo la zona gubernamental en dos, empujaban a los militares leales hacia el levante.

Hoy en día poco queda las trincheras. Prácticamente han desaparecido y las paredes de piedras seca que sirvieron para defenderse y resguardarse, con el paso del tiempo, han vuelto al lugar de donde salieron.

De los combates, queda algún resto de granada lafitte. Señal inequívoca que la lucha fue feroz, llegándose al “asalto a bayoneta” o al “cuerpo a cuerpo” como se denomina cuando esta se realiza viendo el color del iris de su oponente.

De balas y casquillos, ninguno. He sabido que, justamente después de la guerra en otros lugares similares al Pinar del Calvo con trincheras y combates, los zagales de la zona se dedicaban a recuperarlos y una vez vendidos, los céntimos que ganaban, eran inter cambiados por dulces. Los niños de Villafranca, como los de La Iglesuela no creo que fueran una excepción.

De lo que si estamos seguros es de la presencia de soldados en estas trincheras durante un tiempo prolongado, sin poder distinguir cual fue la permanencia de unos y los otros. Se localizan gran cantidad de restos de latas de conserva que todavía, estas sí que, son visibles.

Y entre ellas esta lata de conservas de sardinas El Vigilante. Recuperada de entre las piedras que sirvieron de protección al soldado que se alimentó de este rancho frio o “manjar” y que han servido para una óptima conservación de la lata hasta nuestros días. Siendo las piedras, doblemente, protectoras.

Sentado, observando la lata, mirando la trinchera, oliendo el paisaje, te sitúas en el siglo pasado, 77 años te separan: Es un soldado joven no tendrá más de 22 años. Provisto de una fusil, de unas cartucheras con unos cuantos peines de balas y un par de granadas. Esta sentado, reposando en la pared de piedras que le da cobijo y protección. Está cansado, el frente de guerra varía constantemente. Unos atacan y los otros se defienden. Tiene miedo. Esta angustiado, hace días que no recibe carta alguna y él tampoco puede escribir y ahuyentar sus temores. Acaba de recibir el rancho del día: una lata y un chusco de pan. Esta vez es para él solo, no tiene con quien compartir A su compañero de penurias, un obús lo mató el día anterior.

Una vez saboreado este “rico manjar” deposita la lata vacía entre piedra y piedra, deseando que el nombre comercial del producto sea un fiel aliado en esta noche fría de primavera del 38 por las tierras del Maestrazgo.

El Vigilante*, ¿Quién? la lata o el soldado que se alimentó.

El Maestrazgo, donde el silencio se vive. Donde el silencio es escuchado a partir de una simple lata de conservas.

Desde finales de este mes de enero de 2017 ha vuelto al lugar de donde salió, en Vigo. Se encuentra depositada en el Museo ANFACO de la Industria Conservera y será expuesta en la vitrina dedicada a Las conservas, una aliada en tiempos de guerra.


* El Vigilante era y es una marca comercial de la familia conservera Valcárcel